Derby de Milán
Reportajes

110 años de Derbi de Milán

  • El 18 de octubre de 1908, en Suiza, se jugó el primer choque entre milaneses

San Siro volverá a acoger este domingo un nuevo Derby della Madonna, el número 169 en la historia de la liga italiana. Durante 90 minutos, Inter y Milan pelearán por tres puntos y, sobre todo, por el orgullo de toda una ciudad y su afición. Para la ocasión, se espera que el estadio supere los 78.000 espectadores, lo que supondrá una caja de cinco millones de euros. Números a la altura del choque.

Pero no todo fue siempre así, el escenario de los enfrentamientos entre nerazzurri y rossoneri no siempre se caracterizó por tal majestuosidad, tampoco los futbolistas de hoy en día tienen nada que ver con aquellos que jugaban a principios del siglo XX.

De hecho, el primer derbi milanés ni siquiera se jugó en Milán, fue un encuentro de la Coppa Chiasso disputada en el cantón de Tesino homónimo -esa zona de Suiza limita con la italiana región de Lombardía-. El fin de semana del 18 de octubre de 1908 se dieron cita el Lugano, el Ausonia, el Bellinzona, el propio Chiasso, la Internazionale y el Milan, este último había ganado las pasadas ediciones de 1906 y 1907.

La expedición de las entidades milanesas se encontraron en la estación de trenes de Porta Nuova la mañana del sábado 17. Compraron los billetes con destino a Chiasso y se subieron al tren con todo su equipaje. Las mochilas tenían ropa y también comida: pan, embutidos y vino, ‘el desayuno de los campeones’ de aquella época, cuando ni médicos ni nutricionistas supervisaban la alimentación de los deportistas. Pero lo que más sorprendió a los que compartían vagones con los futbolistas fueron las pintas de aquellos muchachos, vestían con pantalones cortos por encima de las rodillas y camisetas un tanto estrafalarias, a rayas rojas y negras o azul y negras. Una vez llegados al cantón suizo se acomodaron en el hotel y descansaron para los partidos del domingo.

Tal y como habían estipulado los promotores del torneo, la mañana estaba dedicada a los partidos de clasificación y durante la tarde se disputarían tanto las semifinales como la final. En la primera ronda, los locales batieron al Lugano, el Milan eliminó al Bellinzona y el Inter logró pasar el turno ante el Ausonia. Para esta primera ronda se empleó toda la mañana dominical y, según la organización, no quedaba tiempo para jugar un triangular entre los tres semifinalitas. El problema se resolvió con un sorteo, una moneda al aire decidió que losnerazzurri pasasen directamente a la final y que Milan y Chiasso peleasen por el otro puesto. En ese partido, ‘il Diavolo’ trabajó duro para vencer por 2-0 a los anfitriones.

Y tras una pequeña siesta, final lombarda en tierras suizas. El jugador más temido del Milan era Pierino Lana, un centrocampista de 20 años muy bajito, pero que suplía su handicap con gran técnica, velocidad y picardía en el terreno de juego. Las estrellas del conjunto rival eran Virgilio Fossati y Ermanno Aebi. Este último, centrocampista de 16 años, era hijo de madre italiana y padre suizo. Como él, muchos otros compañeros eran o tenían ascendencia extranjera, algo prohibido en la entidad vecina. Esto era ejemplo de lo que significaba La Internazionale di Milano’.

Objetivamente, aquel Milan era mucho mejor equipo y a esto había que sumar que el Inter como club había nacido solo siete meses antes de aquel partido. Pitido inicial. Los ‘rossoneri’ necesitaron solo los 25 minutos de la primera parte para poner el 2-0 en el marcador con tantos de Lana y Forlano. Sí, el reglamento de aquella época establecía que los partidos de fútbol constaban de dos partes de 25 minutos cada una. En la segunda mitad el Inter mejoró su rendimiento y logró el 2-1 con gol de Payer, tuvo ocasiones y acarició el empate, pero el silbato del colegiado Bollinger di Bellinzona decretó la victoria, tercera consecutiva, del Milan.

Después de correr durante 50 minutos de partido, milanistas e interistas volvieron a acelerar sus pasos rumbo a la estación de tren. Era domingo por la tarde y todos tenían que volver lo antes posible a la capital lombarda, algunos por trabajo, otros para ir al colegio. Una vez salían del terreno de juego, todos volvían a la realidad, con o sin copa de campeones, el fútbol todavía no era suficiente para ganarse la vida.

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