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2018 para aprender y 2019 para florecer

Se nos va 2018 y ya comenzamos a atisbar que ha sido del mundo sin ‘El Brujo’, pues desde que en febrero pasado dejó huérfano al gol, se puede asegurar sin ninguna duda de que la esfera azul sin Quini es mucho menos noble, mucho menos buena. Y lo es porque existen poderosas razones para creer que podemos mejorarlo, pues el ser humano sigue repitiendo comportamientos que cargan de sentido al libro De animales a Dioses, de Yuval Noah Harari. No en vano en el recuerdo Celia Barquín, su desgarrador suceso deja el color de las violetas amargas, la involución de los sapiens, el viaje de retorno de los Dioses hacia los animales por la senda de los cipreses.

Afortunadamente como cantó y escribió Rozalén con sus Girasoles, el mundo pese a todo sigue estando lleno de mujeres y hombres buenos, valientes que llevan por bandera la verdad, capaces de sentirse en la piel de los demás. Gente como Quini, que era corazón bondad, con girasoles en los ojos, estrellas que brillan y brillaron en este año deportivo para nunca perder la esperanza y jamás dejar de soñar.

Deportistas y personas con mayúsculas como Rafa Nadal, que otro año más volvió a agarrar la raqueta para agrandar su leyenda y dar paradójicamente su golpe más certero con una gran escoba entre el agua y el barro muy cerca de su pueblo, en Sant Llorenç. Porque el deporte afortunadamente es multicolor, pues puede ser un arcoíris transfigurado en maillot, como el que coronó a Alejandro Valverde como campeón del mundo, haciendo dudar a todos en el Mundial de Innsbruck sobre el concepto de la eternidad y la existencia de la leyenda de los Dorian Gray en la historia del mismo.

Sencillamente porque el deporte español en 2018 tuvo definitivamente nombre de mujer, siendo un fuego otoñal llamado Lydia Valentín, capaz de levantar el peso de la historia, convirtiéndose también en todo un arte con todo el duende de los kata de Sandra San. Y es que el deporte como decía Gichin Funakoshi no sería nada sin el camino de la enseñanza, el esfuerzo, la transmisión. No sería nada sin deportistas como Astrid Fina, cuya medalla en snowboard paralímpico conseguida en PyeongChang 2018 demuestra que las barreras físicas solo se encuentran en la mente.

El deporte es por tanto un canto a la vida, constituye el grito de la superación, algo que traspasa este mundo, esta realidad, pues inexplicable e inenarrable resultó lo conseguido por Carolina Marín, justo como el cuadro de Edvard Munch. Como ese rostro, esas manos, este mundo, aquel otro lugar que trasciende a este planeta que gira a constante velocidad, pero que parece cada vez ir más rápido, devorando con avidez el tiempo que vuela sin piedad, tanto como para que ya parezca la gesta de un sueño lejano el Campeonato Mundial conseguido por la selección femenina de fútbol sub 17, que ya ocupa un lugar de privilegio en el podio de todos los tiempos del fútbol español compartiendo privilegio junto a dos seleccionados masculinos.

Sobre ruedas fue todo en el deporte femenino español, sobre las ruedas del equipo de hockey patines femenino, que conquistó en Portugal su sexto campeonato de Europa, el quinto consecutivo; y sobre las dos ruedas de Ana Carrasco que se convirtió en la primera mujer de la historia en ganar el campeonato del mundo de motociclismo en categoría Supersport 300.

No ha lugar al deporte sin la lucha, sin la existencia de guerreros y guerreras, como en este caso las ya habituales por incomparables con sus doce títulos en los últimos 18 años, jugadoras de la selección española de baloncesto que se trajeron el bronce del Mundial. Y es que pese a que acontecimientos vergonzosos como los acecidos con motivo de la Libertadores -que se convirtió en la noche triste de un tango- o los más recientes en Italia, que apuntan a un preocupante retroceso ético, a la polarización de radicalismos y racismos que nada bueno hacen a la humanidad, puede que algo esté cambiando. En el deporte existen guerreros y guerreras pero nada tiene que ver con la guerra, sino con el sentido metafórico de la misma, por tanto con otro tipo de valores que en el marco de la competición, el sentimiento y la rivalidad, unen en un objetivo común, en lugar de dividir.

No existe la palabra imposible para el deportista -pregunten si no por ella al Filípides keniano Eliud Kipchoge-, tal y como demostró el snowboarder malagueño de origen ceutí Regino Hernández, que consiguió hacer historia en los Juegos de Invierno, 26 años después de la hazaña de los hermanos Fernández Ochoa. Tampoco para otro Fernández (Javier) el Chaplin del hielo, que con otro bronce dejó su imborrable firma trazada sobre el marco helado. Trazadas casi imposibles como tras la que va Marc Márquez, siguiendo la estela de un ‘Ángel’ con motor que le guarda en cada curva.

Nada pareció cambiar en 2018 pero algo está cambiando, Messi volvió a tropezar con su quimera albiceleste en año de mundial, pero algo que parecía imposible aconteció, pues Zidane y sobre todo Cristiano se marcharon del Madrid tras otro año más bailando en Europa. Y en tiempos en los que Lionel y Ronaldo siguen demostrando que en su mesa nadie se sienta a reinar, quizás demasiado tarde a Luka Modric se le reconoció como parte fundamental del eslabón de oro en la cadena de producción del fútbol. Un premio tardío en año de Mundial con pragmático acento galo, que el croata justamente quiso ceder a otros que fueron sus verdaderos referentes en su forma de jugar. Y es que esa es la clave de todo, el deporte nunca ha dejado de ser una forma de jugar, como lo es vivir. Por ello ahora que en el fútbol se implantan nuevas tecnologías con el objetivo de que las jugadas se puedan rearbitrar -por tanto que se imparta justicia con equidad-, quizás lo mejor que podamos aprender de este 2018, es que aún estamos a tiempo de aplicar el VAR al mundo y su constante violación de los derechos humanos.

Puede que aunque el mundo siga girando de forma imparable haya llegado el momento de que detengamos el partido para acabar con las desigualdades. Para que volvamos a tomar como referencia al deporte y a tener referentes como Quini -todo nobleza y bondad-, que seamos campeones en todos los ámbitos como Nadal. Que el 2018 que se va sea como la película de un hecho real, como la cinta de Javier Fresser inspirada en la historia del equipo de baloncesto Aderes Burjassot, formado por personas con discapacidad intelectual y que ganó entre los años 1999 y 2014 doce campeonatos de España. Y que el próximo año 2019 se haya aprendido la lección, que florezcan girasoles tanto en el deporte como en la vida en los que poder creer. Ese es el reto de todos, también el de esta redacción, la de Olympo Deportivo que cree que 2018 fue un año para aprender y 2019 será otra oportunidad única para florecer…

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