- La estadounidense, siete veces campeona en Melbourne, quiere retomar el mando del circuito tras dos años donde ninguna tenista ha sido capaz de repetir un Grand Slam.
El Abierto de Australia tiene argumentos de sobra para no envidiar un ápice al resto de ‘majors’. No es, desde luego, el más histórico (se empezó a disputar en 1905), pero posee unas peculiaridades que lo hacen especial. Sus tres pistas techadas están preparadas para combatir la lluvia que tantos estragos provoca en otros lugares y para aliviar el sofocante calor de Melbourne. La ciudad arde mientras el espectador europeo se arropa con la manta ante el televisor en unas jornadas que obligan a dormir más bien poco. Pero su mayor aliciente es el interés que suscita por ser la primera gran cita del curso.
Que los jugadores se sometan al test del primer Grand Slam del curso tras apenas diez días de competición genera una incertidumbre total. No es, ni de lejos, el mejor torneo para apostar. Y si a ese desconocimiento por vaticinar quién puede salir campeón le sumamos la anarquía que manda en el circuito femenino, la ecuación se presenta muy difícil de resolver. Mientras Nadal, Federer y Djokovic se reparten sus títulos en el cuadro masculino, ninguna mujer ha sido capaz de repetir título de Grand Slam en los dos últimos años.
Kerber, afortunada
Williams, Ostapenko, Muguruza, Stephens, Wozniacki, Halep, Kerber y Osaka. Esta es la ristra de mujeres que se han repartido los últimos ocho entorchados. Podría darse la situación de que un nuevo nombre alargara la lista, pero lo cierto es que las principales favoritas figuran en ella. El sorteo, realizado el pasado jueves, sonrió a Kerber. La alemana, que en 2018 se reencontró con ese tenis que dos años atrás le había lanzado a la cúspide, tiene, a priori, un camino más favorable que el resto de cabezas de serie.
Serena, favorita
La última gran dominadora del tenis femenino se resiste a dar un paso atrás. El mes de septiembre cumplirá 38 años, pero a tenor de sus últimos entrenamientos, su físico aún da para mucho. Su embarazo fue un paréntesis en su carrera, pero el gran nivel al que volvió tras ser mamá (final en Wimbledon y US Open), invita a pensar que con una buena preparación puede erigirse en la rival a batir en Melbourne. Su ranking (decimosexta cabeza de serie) ha perjudicado, y mucho, a Simona Halep, la número uno del mundo.
La rumana, que ha sembrado muchas dudas en Sidney, se toparía con la estadounidense en octavos de final, por lo que tendrá complicado repetir la final del pasado año. Otra de las grandes damnificadas en esa zona del cuadro serían Garbiñe y Pliskova, aunque en estos momentos ninguna ha dado una sola muestra para imaginar que sea viable visualizar su rostro junto al trofeo. De hecho, la española sigue castigada por las lesiones y es difícil descifrar hasta qué punto podrá exhibir su mejor tenis. Konta o Kasatkina amenazan a la española antes de los octavos de final.
Osaka, la gran alternativa
Poco importa que en Brisbane cediera en las semifinales ante una jugadora como Tsurenko, alejada del Top 10. La nipona, de sólo 21 años, ha demostrado ser la ‘novata’ más preparada. Pese a su precocidad, de los dos títulos que suma en su carrera uno es el último US Open. Le gustan los grandes escenarios, y su tenis se adapta perfectamente a lo que rige la actualidad. Su derecha es mortífera y soporta los intercambios.
En las WTA Finals no mostró su mejor cara, pero lo más importante es que en Nueva York experimentó lo que es batir a Serena en toda a una final de un ‘major’. Todo un máster que la coloca como una de las grandes alternativas. Su hipotético cruce en penúltima ronda con la americana podría ser toda una final anticipada. Muchas miradas estarán fijadas en su figura, mientras por el otro lado del cuadro leyendas como Sharapova o la vigente campeona Wozniacki no parecen un obstáculo para la resucitada Kerber.
Reina la anarquía en el circuito femenino, y no es del agrado de la menor de las Williams, acostumbrada a dominar en la última década. La alemana y la nipona son dos de las muchas bazas que suenan con fuerza para este Abierto de Australia, pero nadie por encima de Serena, que acumula siete títulos en Melbourne (2003, 2005, 2007, 2009, 2010, 2015 y 2017), y a sus 37 años aún parte como favorita para establecer, otra vez, su mandato en la WTA.