[dropcap]L[/dropcap]a reciente muerte del atleta español Yago Lamela no hace más que alimentar el negro historial de deportistas que alcanzaron la cima en sus carreras para después ver cómo su autoestima y mentalidad se desmoronaban, cayendo en picado y con un desenlace en muchos casos trágico, irreparable y lleno de dolor. Desde el atletismo hasta el ciclismo, pasando por el fútbol. La historia del deporte está marcada por hombres que fueron reyes pero que acabaron siendo un imborrable recuerdo.
En la mayoría de los casos, las lesiones o la falta de competitividad en los deportistas son el detonante y punto de partida de una turbia espiral que termina por desembocar en profundas depresiones y/o en problemas de índole psíquica bastante severos y que no todas las mentes, por fuertes y tenaces que sean, pueden superar.
Yago Lamela está considerado el mejor saltador español de todos los tiempos. Plusmarquista europeo durante una década y subcampeón mundial de salto de longitud, el atleta natural de Avilés ha sido encontrado sin vida el pasado 8 de mayo de 2014 a sus 36 años, tras no poder superar unos largos episodios depresivos que le llevaron a estar hospitalizado durante años por problemas psiquiátricos. La autopsia desveló que la causa de la muerte fue un infarto.
Las lesiones, el principio del fin
Por todos será recordada su exhibición y mayor hazaña en los Mundiales en sala de Maebashi (Japón) de 1999, donde en un pulso a cara de perro con el cubano Iván Pedroso, Lamela logró una medalla de plata con sabor a oro después de alcanzar los 8,56 metros de longitud. También en el mismo año tuvo lugar su otro gran hito memorable en el Mundial al aire libre de Sevilla, donde obtuvo otra plata. El magnífico salto en tierras niponas le valió para ostentar el récord continental durante diez años, hasta que Sebastian Bayer se lo arrebatase en 2002.
Sin embargo, su fatídico tendón de Aquiles dijo ‘basta’ en 2004. La dolencia muscular en dicha zona imposibilitaba la competición al más alto nivel de Yago, por lo que decidió acudir al prestigioso doctor Sakari Orava, especialista quirúrgico en este tipo de lesiones. La operación no fue ni mucho menos todo lo satisfactoria que se esperaba y continuó dando problemas al atleta asturiano, que acumuló algunos cuadros de ansiedad con fuertes depresiones que condujeron a su retirada definitiva de las pistas en 2009.
Dentro del ramillete de deportistas malogrados encontramos más casos que en su día causaron un gran impacto informativo. En el ámbito del ciclismo tenemos que hablar de otro español, José María ‘El Chava’ Jiménez. El ciclista abulense fue uno de los deportistas más prolíficos que ha dado nuestro país, conocido como el mejor escalador, tras ganar el ‘maillot’ de la montaña de la Vuelta a España en tres ocasiones (1998, 1999 y 2001). Un paro cardíaco se lo llevó en 2003 a los 32 años de edad dejando huérfano el ciclismo. Curiosamente, tres meses más tarde fallecería por el mismo motivo otro ciclista, Marco Pantani, aunque después se sabría que el deceso del italiano se había debido a una sobredosis de cocaína.
Los conflictos con el ‘yo’ interior
Los problemas psiquiátricos o depresiones no han sido el único motivo en la muerte de deportistas. Los problemas personales, familiares o de autoestima también han dejado casos como el de Robert Enke, portero de fútbol que militó en el FC Barcelona o Hannover, entre otros, y que a los 32 años decidió arrojarse a las vías del tren en un paso a nivel, fruto de su complicado entorno familiar y de su miedo eterno al fracaso. Otro caso dentro del balompié lo encontramos en Mirko Saric, futbolista de San Lorenzo de Almagro que atravesó una profunda depresión a causa de una lesión en sus ligamentos de la rodilla que le llevó a ahorcarse en su casa con una sábana en el año 2000, con tan solo 21 años de edad.
Lo cierto es que la morfología de los casos relatados responde a un patrón bastante definido. Deportistas jóvenes que alcanzan el éxito y tocan la gloria con la punta de los dedos, pero que después se ven inmersos en un mar de lesiones y/o problemas personales que les hacen incurrir en un círculo negativo que suele terminar con el peor de los finales posibles. Se trata de una difícil transición éxito-fracaso, de un final anticipado, de un arancel por el éxito demasiado caro.
Alberto Ardila.