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El fútbol sin ‘Vujke’ es menos fútbol

Vujadin Boskov
Vujadin Boskov | Foto: Yahoo.com.

El mundo del balompié perdió el pasado fin de semana a uno de sus personajes más controvertidos, peculiares y grandes que se recuerdan. Vujadin Boskov murió el pasado domingo en Génova, a los 82 años de edad. Se marcha el entrenador que hizo debutar a Francesco Totti en la élite del fútbol con 16 años, muestra inequívoca del magnífico criterio del que gozaba ‘Vujke’, como era conocido en su país.

Boskov, yugoslavo de cuna, fue entrenador pero antes dejó su huella en los terrenos de juego, siendo uno de los mejores centrocampistas del mundo. Alcanzó la cima como jugador en el Mundial de Suecia de 1958, donde logró alcanzar los cuartos de final con la ya extinta selección de Yugoslavia, donde la también desaparecida Alemania Federal superó al cuadro balcánico.

Terminó su carrera como jugador en Suiza, simultaneando los papeles de entrenador y jugador en el Young Boys. Fue el paso previo al comienzo de su andadura desde el otro lado de la cal, sentado en los banquillos. Boskov pertenecía a esa escala de técnicos que dominaba el juego dialéctico y el aspecto psicológico a la perfección. Para él era igual de importante un buen manejo del balón que el saber trabajar la mentalidad de sus hombres.

En España será recordado por su periplo de cuatro años (1979-1982) en los que fue entrenador de Real Zaragoza, Real Madrid y Sporting de Gijón, respectivamente. Fue defendiendo el banquillo de Chamartín donde se pudo ver a ‘Vujke’ en su plenitud. Con los blancos cayó de pie en su primer año y ganó la Liga de 1979, en un pulso sin cuartel con la Real Sociedad, que décadas después de repetiría. Además, logró alzar una Copa del Rey.

Aunque, sin duda, el punto álgido de su periodo en el Madrid fue llevar al conjunto ‘merengue’ a disputar la final de la entonces Copa de Europa en 1981 gracias a la generación de “los García”, un equipo lleno de canteranos, a los que se sumaban Juanito y el inglés Cunningham, apuesta personal de Boskov que nunca terminó de justificar las expectativas que levantó su fichaje. El Real Madrid perdió la final contra el Liverpool por 1-0 y la séptima Copa de Europa tendría que esperar hasta 1998. Ahí empezó el marchitamiento y declive del técnico yugoslavo, que terminó con su cese por el entonces presidente blanco Luis de Carlos, en una rueda de prensa en la que Vujke no se pudo contener las lágrimas.

Gran parte del éxito que tuvo en el banquillo del Real Madrid fue la implantación de un sistema de entrenamientos basados en la fuerza, táctica y análisis pormenorizado de los movimientos de sus futbolistas. Sin duda algo tan novedoso como extraordinario en aquella época.

Tras su paso por el Real Madrid, Boskov siguió su trayectoria en diversos equipos e incluso logró alcanzar otra final de Copa de Europa con la Sampdoria italiana, que, caprichosamente, volvería a perder. A cambio, ganó en 1990 la Recopa europea con el equipo genovés. Su retirada de los banquillos se produjo en el año 2000, dirigiendo a la selección de su país natal.

Obviedades repletas de inteligencia

Sería extremadamente injusto hablar únicamente de su dilatada carrera como jugador y entrenador, ya que si hay un aspecto por el que el nombre del balcánico quedará siempre en la memoria del fútbol ese es su habilidad e inteligencia dialéctica. A él se le atribuyen frases como “fútbol es fútbol»; “ganar es mejor que empatar y empatar es mejor que perder”; “prefiero perder un partido por nueve goles que nueve partidos por un gol» o “penalti es cuando el árbitro pita”. Afirmaciones que podrían dar lugar a pensar que han sido pronunciadas por un chiflado. Nada más lejos de la realidad. Con ellas, Boskov trataba de argumentar que la única explicación posible al fútbol es el propio fútbol. Lógica aplastante y verdad incuestionable al mismo tiempo.

Han pasado y pasarán décadas desde hoy mismo, pero hay ciertos hombres que jamás podrán ser eliminados del escenario futbolístico, ya sea por sus aporte al enriquecimiento de este deporte o por su genialidad dentro y fuera del campo. Boskov era un hombre de puro fútbol, de los que nacen con un balón debajo del brazo y de los que mueren con el reconocimiento íntegro de varias generaciones. Fútbol es fútbol, sí. Pero sin él lo es un poco menos.

Alberto Ardila.

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