Opinión

Fernando Alonso, adiós a la mano del Rey

32 victorias, 22 poles y 97 podios. Dos mundiales a lomos de Renault y más de 300 Grandes Premios en diecisiete años. Fernando Alonso anunció su retirada de la Fórmula Uno. Sería muy sencillo echar tierra sobre el piloto asturiano ahora que la corriente resulta favorable para ello, especialmente tras más de un lustro sin grandes victorias -en 2013 con Ferrari obtuvo su último subcampeonato- y sucesivas temporadas sin prácticamente opciones de aspirar al podio en una carrera.

Pero en estas líneas no encontrarán esa sesgada trazada porque aunque Fernando nunca fue un tipo, un piloto, políticamente correcto, y pese a que no siempre tomó las decisiones más acertadas para su carrera, sería absurdo no recordar a Alonso como uno de los grandes pilotos de la historia de este deporte  -más en concreto en lo que respecta al automovilismo español- como el mejor de todos los tiempos.

Para recordar es necesario olvidar, y de ese olvido queda inundada la memoria de una marea azul que coloreó un mundo anglosajón en el que no se explicaban cómo un insolente joven de Oviedo se había convertido en la mano del rey, que por entonces era Michael Schumacher. Y es que en el Juego de Tronos de la Fórmula 1, desde España se contemplaba como algo lejano y minoritario un mundo en el que Alfonso Portago es un absoluto desconocido y Pedro de La Rosa un milagro, pero que acabó convirtiéndose gracias a él en un deporte masivamente seguido.

Fernando, la Mano, actuó como reemplazante del rey cuando éste comenzó a estar ausente, sentándose en el Trono de Hierro de la categoría reina para impartir un nuevo orden en el que por entonces las manos aún podían hacer milagros, pese a la cada vez más relevante y fundamental evolución mecánica y aerodinámica de este deporte.

Porque Fernando es fundamentalmente eso, las manos mágicas del automovilismo español, y durante años uno de los pilotos con más magia del gran circo. Con siete años obtuvo su primer título en una competición oficial, el campeonato infantil de Asturias. Ese mismo que llegó al reino de hielo y fuego del motor para el 24 de agosto de 2003, en el Gran Premio de Hungría, convertirse con la escudería Renault en el piloto más joven en ganar un Gran Premio, con 22 años, -posteriormente superado en precocidad por Vettel-.

Parece que ya nadie quisiera recordar que en 2005 aquel talentoso chaval que despuntaba en Minardi le dio un nuevo aire a la competición discutiendo su reinado a la inmensa, alargada e inalcanzable figura de un alemán de hielo llamado Michael que se había proclamado campeón en las últimas cinco ediciones.

De Renault al cielo

Resulta muy sencillo y es tremendamente recurrente en el deporte español incidir en la memoria reciente, especialmente si de ídolos caídos se trata, pero no se puede borrar a Alonso de la historia tan fácilmente porque la marea -en este caso azul- siempre devuelve a la orilla del recuerdo los mensajes en una botella.

Aquel segundo Gran Premio del año, en Malasia de 2005, el que ovetense se convirtió por primera vez en su vida en líder del Mundial de pilotos. El año en el que Fernando se colocó en su mono de piloto el mítico emblema de la mano del Rey en el Juego de Tronos de los pilotos. Y la mano azul de Fernando se coló en la Fortaleza Roja de Ferrari con un Renault. Y lo hizo el 25 de septiembre en Interlagos, con toda España perpleja y pegada al televisor,

Alonso, con un tercer puesto, se convirtió en el campeón más joven de la Fórmula 1 -24 años-. Lo nunca visto, que certificó en China, para otorgar a Renault el Mundial de constructores, cerrando así un año inolvidable con siete victorias y 15 podios en 19 pruebas. Tan solo un año después aquella mano del Rey, sus manos reinaron con toda su magia, pues empezó como una exhalación; sin bajarse del podio hasta la décima carrera y siendo además el primer piloto español en ganar en territorio español un Gran Premio y proclamándose bicampeón mundial no sin una dura pugna con Schumacher e incluso una denuncia de Ferrari por el uso del mass-damper que apretó mucho el campeonato.

Pero Fernando se repuso, certificando su doble sueño en Suzuka donde se alzó con el triunfo, y en Brasil, donde su segundo puesto le dio el derecho propio de hacer buena aquella frase de la mítica serie de televisión de los Siete Reinos que dice “El rey sueña, la Mano construye».

Pero desafortunadamente no siempre las mejores manos son las que llegan a reinar, y como es de todos conocidos, Fernando no pudo volver a ser el mismo ni a demostrar todo su potencial desde ese momento en el que se bajó de aquella bala francesa azul que llegó a convertirse en la extensión de su mente y cuerpo, muy especialmente de sus manos. La Fórmula Uno, el Gran Circo acabó con el sueño y se llevó por delante a aquella marea azul que había inundado los circuitos y las pistas.

Ahora que tras diecisiete años ha anunciado su retirada, ahora que resulta tan recurrente enterrar a Fernando por la memoria reciente, recuerden que Alonso fue la mano del Rey en la Fórmula Uno; aquel deporte que hasta que llegó el asturiano resultaba tan aburrido para muchos españoles. Recuerden quién les hizo vibrar en aquellos dos maravillosos años de 2005 y 2006 en los que un español fue la mano de Michael Schumacher, uno de los mayores deportistas de todos los tiempos, al que la crueldad del destino le ha golpeado duramente, pero al que como Ayrton Senna nadie olvida.

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