Fernando Alonso FC
Opinión

Fernando Alonso FC

Antes de empezar el artículo en cuestión, me gustaría aclarar una cosa. Este artículo no va de cuestionar la calidad del piloto asturiano, algo incuestionable, guste o no guste. Pero sí de ciertas actitudes que se han generado en torno a la figura del piloto, desde distintos sectores, y a los que a veces nuestro protagonista ha influido, tanto para bien como para mal.

Durante sus 17 años en el Gran Circo, la figura de Alonso ha sido algo así como la economía, no todo el mundo sabe de F1, pero todo el mundo tiene una opinión fundamentada acerca de él. Y es que mucho antes de las cazas de brujas en las redes sociales, meterse en los comentarios de una noticia protagonizada por el asturiano en cualquier periódico deportivo significaba estar presente en una batalla campal entre dos antagonistas: Los pro y los anti alonsistas. Por supuesto que, como todo en esta vida, hay opiniones más moderadas, sabias y fundamentadas, pero esas son menos divertidas que las extremistas.

Si nos basásemos exclusivamente en dichos sectores reaccionarios, tendríamos dos concepciones del asturiano: Un llorica, un fraude que nunca tiene la culpa de nada y que acusa a todo el mundo de sus errores, tratando de encontrar extrañas conspiraciones que le perjudiquen. O bien el emisario del bien, el mejor piloto de la historia, alguien injustamente crucificado por llamar a las cosas por su nombre, alguien que debería haber ganado 20 mundiales consecutivos.

Si me permiten mi opinión brevemente diré que Alonso es uno de los mejores pilotos de su generación, con sus luces y sus sombras. Alguien que ha sido capaz de hacer mucho con coches que daban poco de sí, pero pésimo a la hora de hacer ciertas decisiones, como escoger equipos o cómo expresar las cosas de cara a la galería.

Podría extender mi opinión sobre él, pero no es el momento. Es sólo una muestra, pero como ven es una opinión bastante más sosegada, y no incluyo en mi relato a otros pilotos, cosa que los más extremistas de uno y otro bando sí hacen. Alonso ha despertado opiniones más dignas del Chiringuito. Es lo que muchos expertos han mantenido durante años, la afición a la F1 en España ha sido futbolizada. ¿Quién es el culpable? Sería un error culpar a una sola persona o entidad, puesto que hay muchos factores que toman peso en ello. Volvamos pues al principio.

Antes de 2003, antes de la llamada “Alonsomanía”, la Fórmula 1 en España no interesaba, era un deporte minoritario que echaban en La 2 los domingos por la tarde y en TV3 para Cataluña. Sí es cierto que algunos pilotos como Emmerson Fitipaldi han pasado al imaginario colectivo patrio, y que los GPs de España y Europa (cuando se celebraba en Jerez) presentaban una excelente asistencia. Pero más allá de eso, nada. Y más si en los últimos años siempre ganaba el mismo alemán de Ferrari.

En un país sin afición, la F1 es un deporte difícil de vender. Al fin y al cabo son coches dando 60 vueltas en un circuito sin apenas adelantamientos. Quien consigue la pole gana la carrera. A veces hay alguna hostia, o se produce algo en los boxes. ¿Pero eso qué puede ser, el 20% de la carrera? Las motos, por ejemplo, son mucho más vistosas. Y si a eso le sumamos que España es uno de los países punteros en dicho deporte, tienes afición asegurada.

Pero arriesgarte con la F1 sin tener un atractivo para un público neonato implica desperdiciar dinero. Algo que sucede en Catar, Barhein, etc. Países donde no hay afición, pero sí una minoría tan absurdamente rica que se puede permitir mantener el capricho de traer ese deporte a su país año tras año.

La apuesta de Telecinco

Por ello, la apuesta de Telecinco de comprar la F1 en 2003 no fue tan sencilla como parece a toro pasado. Nadie te asegura que ese joven asturiano se quede en nada, que no gane mucho más y tengas que meterte la inversión por el final del aparato excretor.

Al César lo que es del César, pero la cadena que nadie ve en España sabe algo de negocios, y no se equivocó. Puso al frente a su jefe de deportes, Antonio Lobato, y ganase o no ganase Alonso empezaron a hacer un magnífico trabajo de retransmisión para un público que no sabía absolutamente nada de este deporte. Un trabajo didáctico excelente, que podría servir en un futuro lejano para mantener un entusiasmo de la F1 en España post Alonso.

Tuvieron las piezas y comenzaron a construirlas bien, pero poco a poco el camino se fue torciendo irremediablemente. Al igual que Alonso tiene luces y sombras, el trabajo de T5 y Lobato, también. Cuando la F1 comenzó propiamente en España yo tenía 13 años, el inicio de la adolescencia y donde uno comienza a ver cuáles serán sus gustos y aficiones. Sería muy hipócrita negar que aquel buen trabajo de la TV privada no creó afición en mí, porque ha influido indudablemente. Y como yo, muchos chavales de mi generación. Eso fue la parte del trabajo que hicieron muy bien, de ahí que yo esté escribiendo estas líneas.

¿Recuerdan cuando mencioné el ejemplo de Catar unas líneas más arriba? No puedes crear nada si no tienes un elemento atractivo, y España lo tenía, pero abusó de él. Entiendo que crear un vínculo con el piloto local sea algo necesario y ayude bastante. Es algo que se hace en cualquier disciplina deportiva, pero ahí es cuando empezó a enfocarse como si Alonso fuera un club de fútbol.

Magic Alonso

En 2005 el piloto asturiano comenzó a ganar de manera asidua, teniendo como rivales a Ferrari primero y a McLaren después. Ahí comenzaron a existir unas misteriosas conspiraciones de la FIA para beneficiar a Ferrari y perjudicar a Alonso. Suponemos porque la FIA no querría alterar el Status Quo de la F1. Mucho mejor que gane el de siempre mil veces de manera soporífera a que el gran campeón sea derrotado y tengamos nuevo público potencial, más audiencia y por ende más dinero, pensaría la FIA entonces. Tampoco ayudaba que Alonso, más imberbe aún, dijese que Ferrari hacía trampas. Napalm al fuego.

¿Y McLaren? Ah, esos que tienen a un finlandés borracho. ¿Se han enterado de que Raikkonen es un borracho, de verdad que no se han enterado? Pues sí, es un borracho, pero un borracho borracho. Y si no les quedaba claro, Gonzalo Serrano, entonces compañero de fatigas de Lobato, se lo recordaba en cada GP.

Lo curioso de Serrano es que ya tenía experiencia retransmitiendo F1. En 1994 T5 brevemente retransmitió algunas carreras. Pero el fanatismo del periodista no estaba presente entonces. Esa sería la tónica a seguir en los siguientes años, ensalzamiento de la figura del asturiano (aunque entendible, con dos mundiales consecutivos) y desprecio absoluto por sus rivales.

2007 sería la hecatombe, y no exagero. Pregunten la opinión a pie de calle sobre Lewis Hamilton, once años más tarde. Aunque aquí entran en juego otros factores, como el rencor deportivo que tenemos en nuestro ADN. O si no ¿cómo se explica que en todos los Mundiales tengamos la misma puta entrevista con Gamal Al Ghandour?

Hamilton no es uno de mis pilotos preferidos, pero si ha ganado cuatro mundiales, por algo será. Un piloto que llegó a la F1 con algodones, sin duda. Pero muchas veces se olvida que cuando Hamilton se fue de McLaren, algo que sus detractores demandaban desde hace años, pues era un protegido de Dennis, recaló en un equipo que soñaba con una victoria ocasional, lo convirtió en una escuadra ganadora y se han pasado varios años aniquilando a la competencia.

Y a sus detractores se les olvida que si bien Hamilton tiene ese talento mejorando coches, uno de los factores para ello fue de su aprendizaje con Alonso. Pero parece que para unos y otros, 2007 sigue siendo la medida para todo.

Esas peleas y el mundial regalado a Raikkonen (más conspiraciones de la FIA, suponemos), avivaron más la Alonsomanía y la Alonsofobia hacia un punto de no retorno. Algo genial en términos de audiencia, pero sal para los cultivos.

Cuando Fernando recaló en 2010 en Ferrari no fueron pocos los que vieron la profecía cumplida del nuevo Schumacher. Dos mundiales seguidos con motores Renault, varios años de vacío y ahora el mejor piloto recala en la mejor escudería. Uno más uno son dos y Alonso tendrá que comprarse una casa nueva para guardar todos sus mundiales.

Pero 1996 no era 2010, Ferrari no era la misma, ni las circunstancias ni factores permanecen iguales. Muchos factores influyen, y en este caso durante cuatro largos años, a Ferrari y Alonso se los llevaron por delante Vettel y Red Bull. A veces estuvieron más cerca de ganar, y otras, menos.

La crispación aumentaba hasta puntos bochornosos. Me disculparán que no recuerde el punto exacto, sucedió durante un GP que Vettel ganó en plena pugna con nuestro protagonista. El alemán celebró la victoria alzando los dedos e indicando sus victorias de temporada. Lobato, con la rabia por las nubes, decía por televisión algo así como “los deditos, los deditos, ya se podría meter los dedos por donde se…” Quizás la frase no fuera exacta, pero su comportamiento era indigno de alguien al que pagan por retransmitir el deporte ante millones de espectadores.

Lo más curioso es que era una celebración que Alonso hacía al comienzo de su carrera, celebrada con jolgorio por el periodista, y tomada como un gesto de prepotencia entre sus detractores. Las tornas cambiaban, al igual que los “favoritismos” de la FIA. Durante el reinado de Red Bull, la FIA protegió claramente a Red Bull y perjudicó a Ferrari, la que casualmente era su favorita cuando Alonso no estaba. Es lioso, lo sé, pero las conspiraciones es lo que tienen.

Cuando Vettel llegó a Ferrari demostró dos cosas: Que los problemas del equipo iban más allá de Alonso, pues aún no han ganado un título, y que el germano atesora mucha más calidad de la que le asociaron durante su reinado con Red Bull (el clásico “sólo gana por el coche”), pues al igual que Alonso, ha estado cerca de ganar cetros contra el equipo puntero, con varias victorias espectaculares durante cada temporada, al igual que ¿saben quién? Red Bull, por su parte, no tiene ni de lejos el mismo registro ganador desde que se fue el alemán, quizás porque algo haría bien este.

Las dobles  varas de medir de seguidores y detractores podrían llevarnos líneas y líneas, como algunos incidentes turbios en los que se ha visto envuelto, como cualquier otro piloto puntero con una larga trayectoria: Hungría 2007, Singapur 2008, Alemania 2010… En algunas el asturiano ha sido inocente, en otras, culpable. Pero cualquiera de estos eventos ha sido usado como arma arrojadiza por unos y otros, impidiendo tener una versión más imparcial y menos viciada.

El hundimiento

A medida que Fernando dejó de ganar y su suerte en la categoría reina empeoró (que da para otro debate), las audiencias y el interés por la categoría bajó enormemente. Lo que antes era un producto muy rentable, acabó siendo algo que las televisiones querían sacarse de encima. Muchos gastos para poco beneficio, y como era de esperar acabó en Movistar TV, que pague quién realmente le interese. Los aficionados, los de toda la vida o los que se unieron tras la Alonsomanía sin fanatismos. En la calle las conversaciones sobre el deporte ya sólo se limitan al “vaya coche de mierda tiene Alonso” o “qué malo es”.

Los mismos debates amenazan con extenderse al WEC, con numerosos expertos en Le Mans de la noche a la mañana, aunque esos son males más habituales hoy día.

Uno no puede sino ser negativo ante el futuro de la categoría en España. Quién sabe si Carlos Sainz volverá a ganar el mundial, pero no tiene el carácter explosivo de su compatriota, con una boca más dada a dar titulares. Si comienza a ganar ahora en McLaren, tal vez veamos un resurgimiento de la afición, con el consiguiente riesgo de otro Sainz FC. Y si no gana y la Formula 1 vuelve a ser algo minoritario, que así sea. La Formula 1 ha sobrevivido a cualquier otro piloto. Para futbolizaciones, ya tenemos el fútbol.

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