En la mitología del deporte siempre tenemos grandes duelos entre dos equipos o dos deportistas con características generalmente opuestas. Todos recordamos el dualismo entre Carl Lewis, y Ben Johnson. De un lado, un atleta polivalente, discreto, capaz de ganar medallas en siete disciplinas distintas; del otro, un atleta explosivo y fogoso, siempre desafiando los límites con su cuerpo.
En el caso de la NHL, entre el final de los 80 y el principio de los 90, ese dualismo se manifestó a través de dos jugadores. El duelo que sigue alimentado debates en Canada tenía también una característica sociológica. Gretzky representaba a los anglohablantes de Canada, mientras Lemieux hacía lo propio con la minoría francófona del país nordamericano.
Considerado el jugador de hockey por excelencia, Wayne Gretzky tuvo en Mario Lemieux su antagonista por excelencia. Por un lado, los estéticos privilegiaban a Wayne por su elegancia en el patinaje, su fantasía a la hora de crear jugadas y su talento innato que le permitió dominar el hockey a pesar de no tener un físico de ganadero.
Por otro lado, Mario Lemieux encarnó la potencia física que se manifestaba a través de su disparo potente, su imponente presencia en el slot (zona adelante del portero), su espirito trabajador que lo hacia trabajar más en la fase defensiva, y el carisma que trasmitía a su vestuario; lo que le permitió trasformar los Penguins en un equipo ganador.
A nivel estadístico, Gretzky se impone sobre Lemieux, sobre todo por el doble de presencia del jugador de los Penguins. Gretzky tiene todavía el promedio de puntos realizados por partidos más alto de la historia de la NHL, con 1.92 por partido. Lemieux no se queda muy atrás, con 1.88 por partido.