En unas revelaciones concedidas a un grupo de periodistas durante el transcurso de la Copa América de 2016, Leo Messi quiso explicar uno de los secretos de los que hacía uso para ser letal en el lanzamiento de los libres directos: “Como soy petiso (pequeño), nunca puedo ver dónde se para (sitúa) el arquero si miro por encima de la barrera. Entonces lo que hago es agacharme, fingir que me estoy atando los cordones de los botines y, mientras, voy pispeando dónde se ubica»
Geometría descriptiva
Y sigue haciéndolo el genio rosarino, pero aparte de esta pequeña pillería de Leo, lo suyo no tiene paragón, pues en el arte del lanzamiento del libre directo, es pura geometría descriptiva. Messi al borde del área constituye la resolución de problemas de la geometría del espacio a través de operaciones que se desarrollan en un plano, representando en él las figuras de los cuerpos sólidos: el balón, la zurda del diez, la barrera, el portero y la portería. Es pura matemática, el dibujo técnico, la arquitectura, la topografía y la ingeniería del fútbol.
En este caso, el plano es este papel en el que difícilmente se puede trazar explicación para lo que ya se escapa a la historia y al espacio; para Leo es el verde tapiz sobre el que dibuja sueños tanto a pelota detenida como en movimiento. Una sucesión milimétrica de elipses, parábolas e hipérbolas, una oda al acutángulo, al obtusángulo, medianas, bisectrices, mediatrices. Radios vectores, focos, circunferencias focales y la circunferencia principal, que constituye para Leo el balón. En su golpeo el trazo de las curvas cicloides, algo tan solo demostrable a través de la geometría y las matemáticas, pero inexplicablemente ejecutado a la perfección por la diabólica zurda de un pequeño genio para el que ya no existe descripción posible.
Su capacidad de percepción racional del espacio, para ver el espacio es única, pues Messi es la proyección geométrica de un sueño, un golpeo, una idea. La axonometría, el manejo de la tridimensionalidad, algo que tan solo podría explicar Gaspard Monge, matemático francés, inventor de la geometría descriptiva. El arte del golpeo del balón, el perfeccionamiento llevado a su máxima expresión. Mucho antes de que la NASA publicara un estudio sobre las fuerzas que intervienen en el movimiento de un balón, la zurda de Messi ya conocía todos sus secretos, pues sus piernas son el compás que transporta y dibuja goles sobre el mapa verde del fútbol.
A día de hoy el que sostiene física, espiritual, futbolística, ideológica, táctica, económica geométrica y matemáticamente, a un equipo con una gran historia, tanta que es considerado como más que un club, pero que desde hace ya algún tiempo es solo un jugador. Un jugador que en cada partido, como hizo Gaspard Monge en el siglo XIX, pone en práctica su capacidad incomparable para hacer uso de la geometría diferencial. Porque la diferencia en el fútbol actual la sigue dibujando sobre el plano y el espacio, el geométricamente descriptivo número diez, e indescriptible Leo Messi.
Aquel que nos hizo creer que el secreto estaba en los cordones de sus botas, ese mismo al que los niños -que recién inician su aprendizaje sobre la geometría y las matemáticas- califican como un ‘puto sueño’ y, al que la espontaneidad de la ilusión que se conserva en ese mágico arco de edad, arranca frases como «Gracias por el fútbol…»