En el transcurso del que fue conocido como el terrorífico año sin verano -el de 1816-, el hemisferio norte soportó un largo y frío «invierno volcánico» debido a la erupción del volcán Tambora, y el terror se hizo novela en la desbordante imaginación de Mary Shelley. Tras una visita a Suiza a casa de Lord Byron -maestro del terror-, retó a los cuatro asistentes a crear una historia. Tan solo John Polidori logró completar la historia, pero Mary Shelley concibió el germen de una idea, que acabó convirtiéndose en una obra maestra, considerada como la primera historia moderna de ciencia ficción y una excelente novela de terror.
Basándose en las conversaciones que mantuvieron en su presencia Polidori y su marido Percy Shelley sobre las revolucionarias investigaciones de Luigi Galvani y Erasmus Darwin, que trataban sobre el poder de la electricidad para revivir cuerpos ya inertes, y en el poder de los sueños que en aquella época tuvo Mary, creó la imponente novela Frankenstein.
Shelley creó al Dr.Frankenstein y su personaje creó al monstruo Frankenstein, sintiendo inmensamente el espantoso efecto de cualquier esfuerzo humano para simular el extraordinario mecanismo del Creador del mundo. Convirtiéndose en un nuevo Prometeo y su novela en una de las obras más reconocidas de la literatura universal. Y como del universo todo trata, de la necesidad de crear, vuelan estas últimas líneas de 2019, para sin espanto y con la mentalidad de Shelley, del Dr., crear al monstruo, al nuevo Prometeo del año. Para con pedazos de éxitos y cuerpo de cada uno de los grandes atletas, hacer recobrar la vida al deportista perfecto.
Y como nuevo Prometeo, con el fuego de los dioses del Olimpo en el sueño, la imaginación, zurciendo gestas y dando luz a lo inerte para la eternidad, el Dr. Frankenstien, robó el corazón del inconmensurable Rafa Nadal, para que el monstruo no pudiera encontrar motor igual. Con el corazón de Rafa no existió reto imposible, pero tan importante como el motor fue la cabeza, por lo que el Dr. robó también la cabeza del piloto Lewis Hamilton, que completó en este año uno de esos periodos de perfección que se dan pocas veces en la vida de un deportista. Igualmente el cuerpo del atleta perfecto de 2019 necesitaba unos pulmones para respirar a fondo hasta el infinito, como los de Kipchoge, atleta para el que el crono, el tiempo, hace ya tiempo que dejó de correr, de existir.
Tampoco sería nada el monstruo del año 2019 sin los brazos, ni la espalda del estadounidense Caeleb Dresse, que nadó como nadie. Sin el braceo de las alas de Christian Coleman o Donavan Brazier, para los que el espacio y el tiempo del año pasó volando. Todo monstruo, además debe poseer una inmensa caja torácica, tanto como para albergar un corazón como el de Rafa Nadal, y la de Siya Kolisi, capitán afrikáner negro, en este ya inolvidable año, hizo remover las cenizas de Madiba, que desde algún punto del más allá se sintió nuevamente vivo. Y viva se sintió Dina Asher-Smith, doble campeona de Europa de velocidad en Doha, gracias a sus imponentes cuádriceps, con los que Frankenstein se convirtió en imparable.
Mary Shelley y su eminente Dr.Frankenstein completaron al monstruo con otros pedazos de sueño y cuerpo más, haciendo cobrar todo el sentido y la vida al año que ahora muere. Hicieron uso de la zurda de Leo Messi para convertir en único el pie mágico del monstruo, así como de la pierna derecha del coloso defensa Virgil van Dijk. También del desarrollo y la juventud de los jóvenes gemelos de Egan Bernal y el poderosísimo tren inferior de una pequeña gigante llamada Simone Biles.
Para la mano derecha, el acelerar de los días llegó a través de la incomparable, y temeraria extremidad de Marc Márquez. Para la mano izquierda, la de Tiger Woods, que zurdo como Nadal, volvió a revivir al monstruo, a ser nuevamente ese mago del golf que pasará a la historia por su talento, por la fantasía en su juego corto, por la manera en la que piensa todos los golpes, por ser simplemente Tiger.
Entre los dedos triples dobles de Doncic, la muñeca de Ricky Rubio y Marta Xargay, el atleta perfecto de 2019 se escapó como un sueño. Con unos pequeños retoques para volver a la vida, para que el sueño y la novela se convirtieran en realidad. Y como todo monstruo precisa de una gran visión, una voz que transmita la ilusión, la electricidad, aquel sueño galvánico del Dr.Frankenstien; la perfección cobró vida en los ojos y el discurso, el lenguaje poderoso de Jürgen Klopp, gracias al que el monstruo del año 2019 jamás caminó solo en ninguno de sus trepidantes instantes. Y por qué no, también en la cabeza pensante y activa de Megan Rapinone, capaz de transmitir dentro y fuera del deporte la capacidad del liderazgo inspirador, transformacional. La fortaleza para ser mejor, amar más, odiar menos, hablar menos, escuchar y hacer más, demostrando ser la mejor a través del activismo del gol y convirtiéndose en azote de personajes como Donald Trump.
Pues esta novela del año, que da vértigo y un poco de terror, por lo veloz que pasó, dio fruto a un nuevo Prometeo, a un nuevo Frankenstein que en 2020 volverá a cobrar vida con otros pedazos de atletas, cuerpos, gestas y nuevos nombres. Y es que los seres humanos la manera más sana y cercana que encuentran a su alcance para jugar a ser dioses, es convertirse en grandes deportistas, como todos estos monstruos del deporte…