Alejandro Valverde es un ciclista eterno. Al fin, el corredor español consiguió su triunfo más ansiado. Tras rozarlo en varias ocasiones, el murciano remató una carrera deportiva llena de éxitos y victorias de la mejor manera: ganando un sprint reducido frente a Romain Bardet y Michael Woods, que se repartieron las otras dos medallas en el Mundial de Innsbruck
Todo ello tras haberse marchado, junto con el francés y el canadiense en el durísimo muro de Hottinger Holl. El trío coronó en solitario y, aunque Tom Dumoulin se unió a ellos en la parte final, el neerlandés no tuvo opción. Ni él ni ninguno de los otros ciclistas. Pues Valverde ganó con prácticamente una bici de diferencia.
La victoria de Valverde remata el perfecto trabajo de España durante la carrera. Castroviejo estuvo controlando el ritmo del pelotón durante muchos kilómetros, mientras que hombres como Jesús Herrada, Omar Fraile o David de la Cruz estuvieron atentísimos a los cortes en las últimas vueltas, evitando que la Selección se desgastara más de la cuenta. Por su parte, genial trabajo de Ion Izagirre en la última subida a Igls, también saliendo a los ataques, mientras que Mikel Nieve y Enric Más arroparon a Valverde y se quedaron como segunda opción.
Al final, el Bala aprovechó el arreón de Pinot y la selección francesa para coronar entre los tres mejores en el muro de Holl y rematar, como ya hemos explicado, en la recta de meta. Una victoria eterna, un oro eterno, un arcoíris eterno de un ciclista eterno.
Un guion habitual y una gran diferencia
Como suele dictar el guion, los primeros kilómetros fueron muy tranquilos. Se forjó una fuga de once ciclistas de equipos sin opciones que alcanzaron una renta de 19 minutos, ante un pelotón permisivo. Los grandes equipos sabían que no se podía gastar ni un gramo de fuerza antes de las vueltas decisivas. Ya habría tiempo para recortar y para meterse en fugas más adelante. Los once de cabeza fueron Kasper Asgreen (DIN), Connor Dunne y Ryan Mullen (IRL), Daniil Fominykh (KAZ), Robva Britton (CAN), Ilia Koshevoy (BIE), Karel Hnik (CHE), Laurent Didier (LUX), Jacques Janse Van Rensburg (SUD), Vegard Stake Laengen (NOR) y Tobias Ludvigsson (SUE).
Así pues, los primeros 150 kilómetros de carrera fueron todo lo tranquilos que puede ser una carrera de la entidad de un Mundial. Algún contratiempo para Tom Dumoulin (NED), Franco Pellizotti (ITA) o Max Schachmann (ALE) sufrieron averías mecánicas, pero pudieron reintegrarse sin problemas al pelotón.
No corrió la misma suerte Warren Barguil (FRA). Uno de los hombres fuertes de Francia sufrió una avería mecánica a 106 kilómetros para el final y, en su intento por recuperar posición en el pelotón se iba al suelo, recibiendo un fuerte golpe en el hombro derecho.
Volviendo a la parte delantera, prácticamente no faltaba ni un solo favorito cuando el pelotón pasaba, ya a menos de diez minutos de los escapados, por línea de meta. Quedaban cuatro vueltas y el ritmo en la subida iba a ser mayor. Especialmente por el ímpetu de Eslovenia por empezar a seleccionar la carrera. Antes, equipos como Austria, Gran Bretaña o Francia también habían tirado en cabeza para controlar la carrera. Pero el equipo de Primoz Roglic estaba haciendo una apuesta fuerte por la carrera, con relevos cortos pero de mucha potencia. El combinado local también relevó a los eslovenos en esta cuarta subida al Patscherkofel, haciendo sufrir al eslovaco Peter Sagan, entre otros. El triple campeón del mundo se descolgó antes de lo que él mismo esperaba y se quedó sin opciones de lograr su cuarto arcoíris consecutivo.
Italia ataca, España contraataca
Al falta de tres vueltas, los ya ocho fugados –se habían quedado los dos irlandeses y Didier- tenían siete minutos de diferencia. A estas alturas, la Selección Española ya se dejó ver en la cabeza del gran grupo, todos atentos a los posibles cortes. Castroviejo inició su trabajo en la punta del pelotón, intentando endurecer la carrera y evitar posibles ataques.
Con España se alió Gran Bretaña, con Tao Geoghegan Hart, y entre ambos pusieron un ritmo mayor, que fue endureciendo la carrera a la vez que recortando tiempo a un grupo de escapados que se iba desgajando en la subida. A 66 km para la meta, en plena subida al Patscherkofel, Italia lo probó con un demarraje de Dario Cataldo al que España respondió con Jesús Herrada. Dos de las selecciones más potentes movían ficha. También se unía a ellos Emmanuel Buchmann (ALE), ya a punto de coronar. El trío pasó con unos segundos de margen con respecto al pelotón. Tras la cima, el grupo adelantado adquirió más unidades con hombres como Vincenzo Nibali (ITA), Michal Kwiatkowski (POL) o David de la Cruz (ESP).
Mientras tanto, Gran Bretaña intentaba neutralizar ese grupo, por lo que se produjeron varios cortes en el pelotón. En uno de los grupitos traseros, una caída -en la misma curva que Barguil- afectaba a uno de los favoritos, Primoz Roglic, para quien su selección había trabajado mucho durante la primera mitad de carrera. Parecía que el esloveno se quedaba fuera de la pelea al igual que Miguel Ángel López (COL) quien rodaba cortado en el descenso. Con el inicio de la bajada, el grupo que se había destacado fue absorbido por el pelotón, estiradísimo, dirigido por los ciclistas italianos que buscaban una estrategia más agresiva.
Todos quieren estar en los cortes
La carrera se tranquilizó con la llegada a la ciudad, con los británicos, de nuevo, marcando el paso, escoltados por españoles e italianos. Pero el repecho el repecho de Innsbruck volvió a desatar hostilidades, formándose un trío por delante, con Greg Van Avermaet (BEL), Omar Fraile (ESP) y Damiano Caruso (ITA). El trío, a diferencia del movimiento anterior en el puerto, sí que cogió unos 30 segundos con respecto al pelotón del que tiraba Tao Geoghegan Hart al inicio de la penúltima ascensión a Igls.
La sorpresa llegaba a cola del gran grupo, cuando aparecía Primoz Roglic quien, para sorpresa de todos, había podido recuperar terreno tras la caída y el tiempo perdido en la misma. Por delante, el trío de Van Avermaet, Fraile y Caruso iba haciendo terreno mientras en el pelotón se decidieron por buscar cambios de ritmo que avivaran el ritmo. David de la Cruz, por parte de España, hizo un trabajo sensacional intentando meterse en esos cortes. También Steven Kruisjwijk (NED) estuvo muy atento en cabeza del grupo. Estos demarrajes fueron, poco a poco, acercando el grupo de los mejores al trío delantero. Todo unificado entre nerviosismo y tensión en medio de una variedad cromática que copaba la cabeza del paquete principal.
Por detrás, hombres como Ilnur Zakarin (RUS), Wout Poels (HOL), Michal Kwiakowski (POL) o Simon Yates (GBR) perdían contacto con el grupo en el que quedaban unas 40 unidades. Italia, copando la cabeza, puso el ritmo en la parte final de la subida. Sí, de nuevo los italianos movieron la carrera con un demarraje de Gianluca Brambilla al que intentaron responder los ciclistas españoles. De la Cruz sufría buscando al italiano y a Antwan Tolhoek (HOL) que había llegado, con mucha frescura, hasta Brambilla. A ellos se unieron Rudy Molard (FRA) –sí, por fin aparecía Francia-, George Bennett (NZL), De Marchi, Buchmann, Kennaugh… Locura total. La ambición en el gran grupo provocaba que ningún corte se pudiera marchar, que todas las selecciones tuvieran un integrante en cabeza.
España toma el control
A todo esto, quedaban solo 40 kilómetros y la escapada -con solo Laengen y Asgreen- estaba ya a dos minutos y medio. La bajada llegaba acompañada de un pequeño parón en el ritmo. Todos buscaron refresco, respiro, aire, tras una vuelta a una velocidad enorme. Tras el descenso, España quiso controlar un poco el ritmo en la entrada en la ciudad, buscando la última vuelta a una velocidad sostenida, bastante elevada. Entre De la Cruz y Fraile enfilaron el pelotón en la llegada a Innsbruck, incomodando mucho al grupo.
Francia, Italia y Bélgica relevaron a España en la cabeza del pelotón cuando iban a entrar en la última vuelta. Sonido de campana. Nervios a flor de piel y los grandes ciclistas se empezaban a frotar la manos. Tras más de 220 kilómetros, la decisión se iba a producir en los últimos 30 kilómetros. Ya en la última ascensión al Patscherkofel, Italia puso un ritmo brutal, mientras los demás equipos intentaban colocar a sus líderes. Especialmente el refresco dado por Pellizotti hizo sufrir al pelotón en plena subida a Igls. Si en ascensiones pasadas, la tónica habitual habían sido los ataques, ahora el ritmo sostenido del comibinado ‘azzurro’ mandaba sobre el resto de selecciones.
Los ‘hostiles’ Kruijswijk, Oomen y Valgren
El valiente Steven Kruijswijk quien probó a romper la soberanía italiana con un buen demarraje, pero las ambiciones del resto de selecciones no permitieron ningún corte. Eso sí, pusieron en apuros a los italianos, desarbolando el grupo. El propio Vincenzo Nibali se quedaba. Uno de los grandes favoritos no podía seguir el ritmo que le habían impuesto por delante. Países Bajos insistió con otro ataque, esta vez de Oomen. El combinado ‘oranje’ estaba forzando la carrera, sabedores de sus pocas opciones en el muro de Hottinger Holl, justo en el momento en que los dos escapados fueron neutralizados.
El ritmo de subida era brutal, lo que impedía la formación de cortes en cabeza. Lo intentó poco después Peter Kennaugh (GBR) pero, por detrás, tanto Valgren como Buchmann, Bardet e Izagirre perseguían en cabeza del pelotón. Lo mismo ocurrió con Alexei Lutsenko (KAZ), Thibaut Pinot (FRA)… y el propio Izagirre. Valgren coronó con ventaja, seguido de Kennaugh, Izagirre, Moscon… El danés cogió unos metros peligrosos en cabeza –teniendo en cuenta que es un hábil bajador- y, tras él, un grupo con seis corredores: Moscon (ITA), Izagirre, Pinot, Rui Costa (POR), Kennaugh y Lutsenko. Un grupo de outsiders con mucha calidad.
El pelotón reaccionó en el descenso y absorbió al sexteto que rodaba en terreno intermedio. La distancia de Valgren era de medio minuto a falta de un par de kilómetros para la llegada del muro de Hottinger Holl, con esas rampas de hasta el 30%. Francia fue agrupándose al paso por el adoquinado de Innsbruck, arropando a Alaphilippe y Bardet. España también arropaba a Valverde con tres ciclistas más: De la Cruz, Izagirre y Nieve. El resto de favoritos también asomaban, con Dumoulin, Roglic, Mollema, Rui Costa, Moscon… y fue su compañero De Marchi el que puso el ritmo en el inicio del muro.
Las rampas de Holl deciden las medallas
Pero fue la selección francesa la que impuso su superioridad en la cabeza del grupo, con Pinot, Bardet y Alaphilippe, además de Moscon, Dylan Teuns (BEL), Michael Woods (CAN) y nuestro Alejandro Valverde. La jugada era magistral para los galos, pero no podían perder de vista a los buenos galgos que iban en ese grupo que poco a poco se iba acercando a Valgren.
Una vez se retiró Pinot, cogió el relevo Bardet con un durísimo ritmo ante el que su compañero Alaphilippe tuvo que descolgarse. Así pues, solo quedaban en cabeza Woods, Bardet y Valverde, con Moscon sufriendo muchísimo como cuarta unidad de ese corte. Por detrás, Dumoulin intentaba remontar con su clásico ritmo sostenido, sentado, pero se le iba a hacer largo el repecho.
Eternas fueron las rampas imposibles de Hottinger Holl. Valverde dejó hacer a sus rivales, con Woods llevando la cabeza del trío. El ciclista español parecía apostar por su velocidad en un posible sprint entre los tres ciclistas de cabeza. Y es que Moscon se quedó, explotó, no pudo más y dejó las medallas decididas. Ahora solo quedaba repartirlas. Coronaron Valverde, Woods y Bardet y entre ellos iban a estar los metales.
Lo probó Bardet nada más coronar, sabedor de que era el más lento de los tres. Pero nada, era muy complicado abrir diferencias en un terreno más favorable. Valverde tensó el grupo en la bajada para evitar que entrasen más invitados: por detrás venían Moscon y Dumoulin a una distancia nada desdeñable. Finalizada la bajada y Dumoulin estaba muy cerca. Perseguía el holandés como una locomotora y consiguió llegar a cola del grupo a falta de kilómetro y medio. ¡Menudo luchador el bueno de Tom!
Dirigió, mandó, lanzó y ganó
Eso sí, no tuvo opciones en el sprint final ante tres ciclistas que habían regulado en la parte final y que eran más rápidos que él. Controló la llegada Valverde, desde la primera posición, dirigió, mandó y lanzó el sprint. Bardet se salió de la aspiración de Woods pero no pudo ni asomarse a la primera posición. Esa estaba acotada a los grandes, a los ciclistas dorados, a ese elenco de deportistas elegidos para portar una medalla de oro. Ese era Valverde. A la sexta, tras cuatro bronces y dos platas, Alejandro Valverde consiguió su ansiado Mundial, su anhelado maillot arcoíris, su ambicionada medalla de oro. Historia viva del ciclismo y del deporte español. El murciano sucedía así a Abraham Olano, Igor Astarloa y Óscar Freire (x3) como campeones mundialistas nacionales. La plata fue para Bardet y el bronce se lo llevó Michael Woods.
A sus treinta y ocho años, sí sí, treinta y ocho, Alejandro Valverde Belmonte consigue un oro que será eterno. Como sus victorias, que serán eternas. Como su figura, un ciclista eterno. Como su ciclismo, un ciclismo eterno