Paco Modesto en el Sahara
Reportajes

Venció al hielo y pudo con el desierto, la historia de ‘Paco Modesto’

Francisco Sánchez Pintor ha corrido dos de las pruebas más exigentes del mundo: la Maratón de Groenlandia, donde se proclamó campeón, y la Maratón de Sables, la prueba de larga distancia más dura del planeta -formada por siete etapas en las que se deben superar 240 kilómetros en pleno desierto del Sáhara-.

Paco Modesto en el Sahara

Hay costumbres que son esencia viva de las personas y sus familias, que merecen ser transmitidas de generación en generación. Si algo es común en los pueblos de España es llamar o conocer a las personas por su apodo, o añadiéndole a su nombre el de sus padres. Eso es lo que le ocurre a Francisco Sánchez Pintor en su localidad, Santa Marta de los Barros (Badajoz), donde es más conocido por Paco ‘El Pañero’ o Paco el de Modesto. Pero lo que verdaderamente nos ocupa en esta historia es su pasión por el deporte, y su manera de superar adversidades. Este extremeño es un apasionado del running que ha podido con el asfalto, con la nieve y con el desierto.

Paco empezó a correr a los 10 años en la escuela de atletismo de Almendralejo, donde estuvo hasta los 18, momento en el que las circunstancias de la vida no le permitieron seguir realizando su gran pasión. A los 27 años (en el 2005) decidió volver a dedicarle tiempo a eso que tanto le gustaba y le aportaba, y se apuntó a correr una media maratón (21 km). Eso le hizo recuperar el gusanillo y plantearse disputar por primera vez una maratón (42 km), algo en lo que se involucró “sin darse cuenta”, pero que le valió para descubrir que para él era lo mejor. Este mes va a disputar su maratón número 20 y su media número 100. Para muchas personas correr largas distancias puede ser un sufrimiento, pero para él es una relajación. Es su única forma de romper con la monotonía del trabajo y de sentirse libre, su principal vía de escape. Por ello no ha dudado en ahorrar para, en sus vacaciones, viajar a una ciudad donde pueda correr una maratón. Ha disputado la de Nueva York, la de Roma (donde fue el primer español en hacerlo, quedando en el puesto número 27 entre 20.000 participantes) o la de Florencia (en la que concluyó 32º de 14.000 corredores),

De la nieve al desierto

Entre todas ellas, destaca la Maratón de Groenlandia en el año 2009, también conocida como la Maratón del Círculo Polar. Correr allí es algo que no todo el mundo está dispuesto a hacer. Groenlandia tiene más del 84% de su territorio cubierto por hielo, y una población de apenas 56.000 habitantes. A este aventurero extremeño no se le ocurrió otra cosa que coger un avión y pasar de correr en pleno verano del sur español a correr a -25 grados sobre la nieve. “Fui a ciegas, ni siquiera había hablado con alguien que hubiera corrido allí antes. Me planteé entrenar en cámaras frigoríficas, pero finalmente deseché la idea”, recuerda Paco. Al final no le hizo falta habituarse a las bajas temperaturas, porque él y su cuerpo a lo que están acostumbrados es a correr, y allí fueron a eso. Poco a poco fue entrando en calor y no tuvo ningún problema mientras disputaba la prueba: “Empecé a sudar y todo mejoró, aunque lo malo eran la cara, que no la podía llevar abrigada, y las manos, porque los guantes se iban empapando y terminé con las manos tan congeladas que cuando llegué al hotel casi no podía abrir la puerta”.

Paco es una persona luchadora, a la que le gusta competir y superarse en todo, por eso nadie pudo con él y cruzó la meta en primer lugar. La nieve y el frío no pudieron con la ambición y las ganas de este corredor aficionado que había conseguido algo totalmente inesperado y al alcance de muy pocos valientes. El esfuerzo mereció la pena, era el campeón de la Maratón de Groenlandia, con un tiempo de 3 horas y 14 minutos. En la página web de la prueba calificaron el tiempo de Paco como «sorprendente» debido a «las difíciles condiciones de la ruta, con una gran cantidad de nieve y técnicamente muy exigente». “No me puse el primero hasta el kilómetro 13-14, hasta ahí iba un chaval de Barcelona. La primera parte corrimos por un glacial de nieve polvo y me lo tuve que tomar muy tranquilo. En el kilómetro 12 le di alcance. Ahí llevaba yo un ritmo fuerte. Sabía que le iba sacando ventaja, pero en aquellos paisajes desérticos no sabía ni dónde venía. Había veces donde me tenía que poner a andar. En el km 39-40 tomé el último avituallamiento, subí la cuesta arriba casi andando y de espaldas, y cuando llegué arriba -al no verle ya- sabía que podía conseguir la victoria. Me inundó la felicidad, no me esperaba ganar”, describe el corredor.

Paco Modesto Groelandia

Terminó de competir en Groenlandia y ya solo pensaba en buscarse nuevos retos que no tardaron en llegar. Comenzó a ahorrar para poder participar en el año 2011 en la Maratón de Sables, para así afrontar el más grande de su vida. Esta es una de las carreras de larga distancia más duras y exigentes del mundo. “Yo no sabía lo que era correr y sobrevivir así, estar siete días sin ducharse, durmiendo en no muy buenas condiciones, con la ropa muy justa, correr a 50 grados por el desierto. Se juntaban allí condiciones muy extremas y entonces iba, no con miedo, pero sí muy cauto de quererla acabar lo mejor posible. No de competirla, pero sí de venir con una gran experiencia y un buen sabor de boca”, cuenta Paco. Y es que durante siete días, los participantes deben recorrer aproximadamente 240 kilómetros por el caluroso desierto del Sáhara marroquí, donde las temperaturas rozan los 50 grados. Son seis etapas en la que la más corta es de 26 kilómetros y la más larga es de 82. Por si la distancia, el terreno, el calor y los paisajes desérticos fueran poco, los corredores deben llevar todo el tiempo una mochila, cuya carga ronda los 15 kilos, con todo lo que ellos crean que les va a hacer falta durante los siete días de competición, ya sea de ropa o de comida. No es solo una prueba deportiva, es mucho más que eso, es una lucha constante contra la mente y la fuerza de voluntad, contra uno mismo y su capacidad de autosuficiencia.

El Sáhara juega malas pasadas

La dureza de una carrera así es terrible. La capacidad mental que se debe tener es sobrehumana, pues no sabes que son siete días de competición, pero cuando el camino es largo el paso más importante es el primero. Paco comenzó con firmeza y entereza ese primer paso, el del primer día y el más duro de todos, pero cuando la mente falla… “Había entrenado muchísimo y a los primeros kilómetros iba bien, pero entramos en unos kilómetros de dunas y me bloqueé. Eran las dunas más grandes de Marruecos, unas montañas de arena impresionantes, donde para subir a algunas había que usar las manos; con tanto peso en la mochila me caía hacia atrás. En este tramo me agobié y mucho. Estaba preparado para casi todo, incluso para andar, pero no para tanta cantidad de kilómetros de una forma tan lenta. En esos momentos me empecé a bloquear y a pensar en todo lo que no tenía que pensar. Por mi mente pasaban pensamientos tales como: “¿Tanto entrenamiento para ir andando?”, “no he venido aquí a andar, para eso me voy a casa” y otra infinidad de malos pensamientos que poco a poco me fueron debilitando, sobre todo mentalmente. Llegado al kilómetro 26 y al final de las dunas, al mirar el crono me vine mucho más abajo. Me hundí por completo, pero allí me encontré con Jaume, quien me animó a que me fuera con él hasta el final a paso lento. Pero llevaba tal bloqueo que no podía correr y me fui andando hasta la meta, sujetando la mochila por detrás, ya que me pesaba una barbaridad. Las piernas estaban frescas; pero la mente, muy fastidiada, y allí eso es el 50%. Mis pensamientos en esos momentos planteaban la posibilidad de retirarme, estaba mal, muy mal… al final algo más de cinco horas y el 149 de la general, que mirándolo bien no estaba mal, pero lo peor eran las sensaciones”. Así describe este deportista extremeño el que ha sido uno de sus días más duros corriendo.

Pero a todo hay que sobreponerse y, ya con algo más de tranquilidad, Paco se dio cuenta de que no podía tirar el esfuerzo de tantos meses por la borda. Terminar la carrera era su sueño y se había convertido también en el sueño de su familia, la misma que al principio le dijo que estaba “loco”, pero que luego se convirtió en su más fiel y principal apoyo. Así que por él, por ellos y por su ansiado sueño se convenció de que podía y que tocaba disfrutar e intentar dar el máximo para cruzar la meta: “Después de tanto sufrimiento, empecé a tomármelo con más calma y fui escalando y evolucionando, cada día me iba encontrando mucho mejor. A todo hay que sumar que el peso de la mochila cada día era menor y eso también ayuda”.

“En la última etapa, cuando se acercaba el final, tuve un bajón, empecé a pensar que se acababa mi aventura. Después de tantas horas de dedicación para realizar mi sueño, este llegaba a su fin. Fue ahí donde me paré un poco, ya que me estaba emocionando al pensar en tantos momentos especiales durante la carrera y la preparación. Los últimos dos kilómetros fueron por asfalto, los únicos de toda la prueba, y ahí ya di todo lo que tenía. La meta fue diferente a las demás etapas, ya que se veía, y estaba cerca. Llegué muerto y casi sin poder dar ya ni un paso, pero lo había conseguido… la alegría era inmensa”, recuerda emocionado.

El momento en el que le colgaron la medalla fue la culminación de un sueño por el que llevaba años luchando. Paco terminó en la posición 60ª de las 1.300 personas que participaron, y lo primero que hizo es pensar en que ojalá pudiese volver a vivir todo esto de nuevo algún día: “Me planteé volver a vivir esa increíble experiencia nada más acabar, lo que pasa es que es una carrera muy costosa. Solo la inscripción vale 3.600 euros, pero si algún día me lo puedo volver a permitir, lo haría”. No sabemos si las mayores dunas del desierto del Sáhara y esas interminables llanuras volverán a ver cómo ‘Paco Modesto’ lucha contra ellas y contra él mismo, pero lo que está claro es que ni el hielo, ni las nevadas, ni el desierto, ni sus tormentas de arenas son suficientes para acabar con los sueños de este santamartense.

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María Trigo.

7 Comments

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