Mundial de Ciclismo Duitama 1995
Reportajes

Mundial de Duitama 1995: un doblete para el recuerdo

8 de octubre de 1995. Una fecha que los aficionados al ciclismo español nunca podrán olvidar. Puede que los más jóvenes no conozcan la historia. Pero solo con leer las crónicas de los diarios del país, con ver algún vídeo o con escuchar a nuestros padres o abuelos sobra para intuir, para empaparse, para sentir esa emoción que tuvo España cuando Abraham Olano cruzó la línea de meta, levantando solo un brazo, celebrando el primer oro mundialista español con la rueda trasera pinchada.

Fue una historia de sufrimiento, de raza, de épica y también de un campeón que trabajó para otro campeón. “Ahí va el futuro, démosle paso”, dijo Indurain al final de la carrera. Ese futuro había conquistado un oro gracias, en parte, al trabajo de Miguel, quien agrandó su leyenda en Colombia.

Y es que aquel 8 de octubre de 1995 se celebraba una nueva edición de la carrera en ruta del Mundial de Ciclismo. Su localización era Duitama, en plena montaña colombiana. Y, hasta el momento, podría decirse que ha sido el Mundial más duro de la historia -acabaron solo 20 de los 93 corredores que arrancaron-. Los ciclistas tenían que afrontar un circuito de 17,7 kilómetros con la subida a El Cogollo como protagonista; se trataba de un puerto de 4,2 kilómetros al 6,6% de pendiente media y con rampas de hasta el 13%. Su bajada era mucho más pronunciada, con zonas de hasta el 20%, pero la dureza fue suficiente con más de 5000 metros de desnivel acumulado. La lluvia que acompañó a los ciclistas aportó épica y dificultad a la carrera.

La época dorada de Indurain

La Selección Española acudía al Mundial de Duitama con un auténtico equipazo para arropar al gran favorito, Miguel Indurain. El ciclista navarro acababa de conquistar el oro en la prueba de contrarreloj -segunda vez que se disputaba en la historia- y estaba en el año de su quinto Tour de Francia. El broche de oro estaba en la prueba en ruta. Y el recorrido le venía como anillo al dedo. El resto del equipo, a trabajar y dejarse la piel por el gran líder. No había discusión: nadie se atrevía a cuestionar el liderazgo de ‘Miguelón’ tras cinco años llenos de triunfos.
La carrera transcurrió como se preveía, con Italia y España marcando un ritmo fuerte que beneficiara a sus líderes. A falta de dos vueltas para el final, la selección definitiva estaba hecha.

Solo quedaban los mejores en plena penúltima ascensión a El Cogollo. Indurain, Olano y el ‘Chava’ Jiménez por parte de España, Maura Gianetti y Pascal Richard por Suiz, los locales Oliveiro Rincón e Israel Ochoa, además del italiano Marco Pantani y el francés Richard Virenque. El combinado español había sacrificado a Fernando Escartín en la vuelta anterior pero había merecido la pena pues España era mayoría en la punta del grupo.

Pero justo en el final del ascenso, Miguel Indurain sufría un pinchazo y, con la astucia de un zorro, fue esperando a cola de grupo hasta que el coche de equipo estuviera cerca. Al final, el navarro cambió de bicicleta y tuvo que remontar durante la bajada. No era el peor momento del circuito para recuperar terreno pero, con vuelta y media para el final, todo podía pasar. Al final, Indurain pudo recuperar su posición en el grupo delantero tras un gran descenso en medio del diluvio.

Potencia de Olano, generosidad de Indurain

Ya con el descenso cumplido, tocaba afrontar el llano que llevaba a los corredores hacia el penúltimo paso por meta. Un demarraje de Indurain desató las hostilidades. El navarro se llevó consigo al ruso Dimitri Konishev –que había entrado en el descenso- y, cuando fueron neutralizados por el grupo perseguidor liderado por Pantani, Abraham Olano aprovechó su momento y soltó un grandísimo demarraje en el llano. Sí, sí, un Mundial montañoso que se decidió, entre otros factores, con un ataque en el llano. Indurain fue frenando al grupo, moviéndose de lado a lado en la carretera y causando confusión entre sus rivales.

La táctica española era perfecta si lo miramos desde un punto de vista actual pero… pongámonos en antecedentes: Miguel Indurain era un auténtico ídolo en España. Todo el país quería que el navarro lograse el oro mundialista. Pero el ‘extraterrestre’ dejó de lado su ambición personal, apartó sus ansias de triunfo y le cedió a su compañero de selección la oportunidad de su vida. Mientras Olano pasaba por línea de meta en solitario, Indurain hacía de freno en un grupo en el que nadie se decidía a llevar el peso. Quedaban solo 17 kilómetros y todos querían guardar fuerzas de cara la última ascensión o a un posible sprint final. Nadie tiraba Todos temían la presencia de Indurain, el mejor ciclista del mundo en aquel momento. Y eso fue en beneficio de Olano.

El grupo iba prácticamente parado, con Indurain controlando y dominando a la perfección ese grupo perseguidor en el que también había entrado el ‘Chava’. Llegó Francesco Casagrande para ayudar a Pantani y se puso a tirar de un grupo que iba ganando unidades mientras Olano se ponía con más de medio minuto de margen. El ciclista guipuzcoano destacaba por su potencia, además de por aguantar bien en la montaña, y ello le sirvió para crear una buena ventaja antes de la última ascensión.

Italia no puede con Olano

La persecución de Casagrande redujo unos segundos la distancia de Olano que ya empezaba esa escalada final a El Cogollo. Justo en ese momento, en las primeras rampas, Gianetti y Pantani tensaban el grupo con sendos cambios de ritmo a los que Indurain salía sin problema. El ‘Pirata’ marcó un ritmo exigente y fue reduciendo el grupo perseguidor hasta quedarse solo con Indurain y Gianetti en la cima del puerto con siete kilómetros para el final.
Las escasas referencias que se ofrecían hacían, si cabe, más emocionante la persecución.

Cuando al fin se supo que la ventaja se había reducido, desde los 45 segundos del inicio del puerto, a algo menos de 15 segundos tras coronar, parecía que el trío perseguidor, liderado por Pantani, neutralizaría a Olano. Pero el guipuzcoano se lanzó en la bajada y su ritmo parecía superior al de sus perseguidores. Pero el piso estaba muy resbaladizo. Pantani se tiró ‘en plan kamikaze’ pero, de nuevo, Indurain se ponía a su rueda y volvía a ejercer de freno. Simplemente vital el trabajo del navarro. Un trabajo que permitió a Olano ir ampliando su ventaja una vez el descenso iba tocando a su fin.
Un oro sufrido e histórico

La ventaja parecía suficiente. Por detrás empezaron las dudas y ya pensaban en la pelea por las medallas restantes. Pero quedaba un último rival para Olano: un pinchazo en los últimos kilómetros complicó el final de carrera. No había tiempo para cambiar de bici, solo para agarrarse bien fuerte al manillar y rodar con la mayor seguridad posible. La cámara se centraba en su rueda pinchada. Lo luchó hasta el final y, pinchado, consiguió el oro mundialista. Como dijimos al principio, solo pudo levantar un brazo debido al pinchazo pero la alegría fue la misma. El ciclista español sumaba este triunfo a su segundo puesto en la Vuelta a España y a su segundo puesto en el Mundial de contrarreloj unos días antes. A sus 25 años, sin duda, era el futuro del ciclismo español.

Por detrás, para completar la exhibición, Miguel Indurain ganó el sprint a Pantani y Gianetti y se hizo con la plata que celebró como si de un oro se hubiera tratado: por un lado la alegría por su medalla y por el triunfo de su compañero. Un Mundial histórico, por su dureza, por su épica, por el carácter de la afición, por el trabajo y la generosidad de un ídolo como Miguel Indurain y por ser el primer oro español en un Campeonato del Mundo de Ciclismo en ruta. ¿Será el Mundial de Innsbruck tan emocionante y duro como el de Duitama? Lo veremos en solo unos días.

Adrián González.

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